domingo, 18 de octubre de 2009

Celebracion de la fantasia. Eduardo Galeano

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca de Cuzco. Yo me habia despedio de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enqlenque, haraposo, se acerco a pedirme que el entregue una lapicera. No podia darle la lapicera que tenia, porque la estaba usando en no se que aburridas anotaciones, pero le ofreci dibujarle un cerdito en la mano.
Subitamente, se corrio la voz. De buenas a primeras me encontre me encontre rodeado de un enjambre de niños que exigian a grito pelado que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frio, pieles de cuero quemado: habia quien queria un condor y quien una serpiente, otro preferian loritos o lechuzas y no faltaban los que pedian un fantasma o un dragon.
Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba el metro del suelo, me mostro un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mando un tio mio, que vive en Lima, dijo.
-¿Y Anda bien?, le pregunte.
Atrasa un poco me dijo.

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